Inversión en infraestructuras: ¿por qué incluirla en tu cartera?

La inversión en infraestructuras es un tipo de inversión en capital privado que implica invertir en estructuras físicas y servicios esenciales como carreteras, puentes o aeropuertos. Son inversiones a largo plazo, con flujos de caja estables y predecibles, en un sector con importantes barreras de entrada y muy regulado. Unas características que aportan ciertas garantías de éxito y refuerzan su atractivo.

Acciona, Ferrovial, ACS o Sacyr son algunos ejemplos de empresas de infraestructuras. Entre otras actividades, se dedican a la construcción de autopistas, aeropuertos, vías férreas, gestión de agua o edificación de infraestructuras para el sector energético.

En esta entrada te explicamos en qué consiste invertir en infraestructuras, cuáles son sus ventajas y qué valor aportan tanto a la economía real como a tu cartera.

Es una inversión clave para el desarrollo, ya que apostar por reforzar e impulsar las infraestructuras genera empleo, competitividad y mejora la productividad, aumentando el bienestar y reduciendo las desigualdades sociales.

De hecho, según un análisis publicado en Nature Sustainability la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU dependerán de los sistemas de infraestructuras. Concretamente, son necesarias para alcanzar el 72% de los objetivos.

Además, es una inversión que se nutre de varias megatendencias, como la demografía o la sostenibilidad. El crecimiento de la población y la tendencia a construir megaciudades (ciudades con más de 10 millones de habitantes) favorecen a la demanda de nuevas infraestructuras y a la adaptación de las existentes, al igual que el envejecimiento poblacional.

Por otro lado, las infraestructuras juegan un papel clave en la lucha contra el cambio climático. Entre 2016 y 2030 se necesita invertir de manera global 90 billones de dólares en infraestructuras sostenibles, según un informe de The New Climate Economy. La construcción de parques eólicos, la ampliación de redes de transporte más limpio o de viviendas que cumplan con criterios sostenibles, son algunos ejemplos.

La inversión en infraestructuras ofrece una rentabilidad elevada y consistente. Las fuertes barreras de entrada que tiene, la regulación, la robustez de los proyectos, así como la diversificación y descorrelación que ofrece, lo convierten en una inversión imprescindible que incluir en las carteras.

Este tipo de inversión en capital privado abarca numerosos sectores como el de telecomunicaciones, transporte, servicios públicos o el sector energético, por lo que ofrece una buena diversificación sectorial.

Además, se puede invertir en cualquier parte del mundo, lo que también permite una buena diversificación geográfica. Por ejemplo, en la construcción de un puente en Japón para mejorar la comunicación entre dos islas, de una autopista en Houston en EE. UU. o en la reforma del aeropuerto de Barcelona.

Este tipo de inversión ofrece cobertura contra la inflación, ya que engloba sectores con una alta capacidad de fijación de precios. Asimismo, resta volatilidad a las carteras, debido a que los contratos para su desarrollo se firman con grandes agentes, lo que aumenta la estabilidad. Además, las infraestructuras tienen poca sensibilidad al ciclo económico, por lo que aportan una buena descorrelación.

Al invertir en infraestructuras también se invierte en la economía real. Estos proyectos buscan mejorar la calidad de vida de las personas, por ejemplo, invirtiendo en la gestión de aguas o en impulsar la comunicación entre ciudades. Como consecuencia, la inversión tendrá múltiples efectos positivos en la sociedad, directos e indirectos.

Uno de sus impactos más medibles es la creación de empleo. Según datos de la ONU, la inversión en infraestructuras tiene un carácter multiplicador: cada trabajo en la industria crea 2,2 empleos en otros sectores. Al mejorar las comunicaciones también impulsan el comercio y el turismo y resuelven numerosos desafíos sociales al contribuir a la construcción de hospitales o escuelas.

Aunque es una de las inversiones con mejor relación rentabilidad-riesgo, la inversión en infraestructuras, como cualquier otro tipo de inversión, implica asumir riesgos. Destaca especialmente el riesgo regulatorio y político, es decir la posibilidad de que cambien, por ejemplo, leyes de urbanismo que retrasen o cancelen proyectos, o que las políticas de inversión en infraestructuras de un estado se modifiquen por la situación económica. 

En Crescenta podrás invertir en infraestructuras alcanzando un alto grado de diversificación. Además, disfrutarás de una gestión profesional, ya que será un equipo gestor (GP) quién tome las decisiones de inversión. Asimismo, el inversor (LP) podrá acceder a oportunidades en las que no podría invertir si quisiese hacerlo de manera individual.

Una gestión profesional tiene además como ventajas la gran capacidad de investigación y negociación para llegar a invertir en grandes proyectos. Algo que sería costoso y muy difícil para un inversor individual.

Por todas las ventajas que hemos comentado, la inversión en infraestructuras es una estrategia muy popular. Sin embargo, como toda inversión, conlleva riesgos, por lo que es importante tomar decisiones de inversión que se ajusten a tus objetivos, patrimonio y perfil de riesgo.

Este contenido es meramente informativo. Se trata de un contenido de formación financiera que Crescenta pone a su disposición, sin intención de emitir ningún tipo de recomendación personalizada de inversiones.

No se trata en ningún caso de publicidad de ningún tipo de instrumento financiero, ni una recomendación u oferta de compra.

Author

Sofía Cisneros

Comunicación y contenidos - Crescenta